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Derramé una taza de café sobre el Presidente de Adquisiciones.
Se lo merecĂa.
No fue la mejor idea, pero tuve un mal dĂa y ahora se estĂĄ vengando de mĂ.
Durante nueve semanas voy a ser su asistente, y no hay nada que pueda hacer al respecto.
Es un castigo.
Cada momento que estamos cerca es una constante batalla de voluntades, pero me niego a caer.
Si no fuera tan guapo.
Si mis fantasĂas no invadieran nuestras discusiones.
Todo estå fuera de control, incluyendo él inmovilizåndome contra la pared.
Ahora quiere algo mĂĄs de mĂ.
Una cita.
SĂłlo hay un problema:
Ăl no sabe que tengo una hija.
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