Hace quince años
MĂ-ra-me.
Era inĂștil tratar de ordenarle con mi mente. No Ă©ramos telĂ©patas, pero no podĂa gritarle las palabras al otro lado de la sala del tribunal. TenĂan reglas aquĂ sobre la conducta y no intimidar al testigo. Sus labios se movieron, pero sus palabras no me interesaron, asĂ que no les prestĂ© atenciĂłn. Ya sabĂa todo lo que la vĂctima estaba contando para beneficio del jurado. De cĂłmo yo era un hombre malvado que lo habĂa secuestrado y mantenido como rehĂ©n durante nueve meses.
Nueve meses de tortura que lo habĂan dejado destrozado y sin saber quĂ© era real y quĂ© falso. Las lĂĄgrimas resbalaron por sus pĂĄlidas mejillas y traguĂ© saliva. La parte delantera de mis pantalones se apretĂł. Su abogado podrĂa haberlo entrenado para que no ocultara sus emociones al jurado, pero su rostro hĂșmedo me puso duro. Me recordĂł la primera vez que lo tomĂ© crudo, su cuerpo joven y virgen temblando debajo de mĂ. EmpujĂł mi pecho mientras me abrĂa paso hasta la empuñadura dentro de Ă©l, pero tan pronto como me apartĂ©, agarrĂł mis caderas y me rogĂł que no me fuera.
Hasta el dĂa de hoy, todavĂa no lo entiendo, el deseo que sentĂ por este hombre cuando ningĂșn otro me habĂa puesto duro. Sin embargo, aquĂ en la corte, siendo juzgado por las cosas que le habĂa hecho, no pude detener el calor que brotĂł de mis entrañas y fluyĂł hacia mi polla. QuerĂa follarlo justo en frente del juez, salpicar su cuerpo con mi semen y marcarlo como mĂo.
¿Pensaron que encerrarme cambiarĂa eso? Ya lo habĂa hecho mĂo.
Sebastian
La sangre se acumulaba alrededor de mis zapatillas desatadas. El potente olor a hierro era un puño alrededor de mi garganta, presionando y apretando y taponando hasta que me atragantĂ© con su densidad. BusquĂ© oxĂgeno como si fuera algo que pudiera capturar dentro de mi puño y perforar mi pecho.
Un grito se formó en lo bajo de mis entrañas, salvaje y feroz, y cuando finalmente estalló en mis labios, su fuerza fue suficiente para detener el tiempo.
Me perdĂ en su eco, los huesos temblando y el corazĂłn inmĂłvil. Mis rĂłtulas se balancearon ferozmente debajo de los jeans que usaba, y me derrumbĂ© contra el pavimento. Mis palmas encontraron agarre en un charco de su sangre, y vi el espeso lĂquido correr por mis muñecas y gotear por mis antebrazos.
La vista hizo que se me revolviera el estĂłmago, y sentĂ el ardor revelador del vĂłmito mientras vibraba violentamente en mi pecho y salĂa de mi garganta. Mi mano temblĂł cuando se disparĂł en el aire de la noche, los dedos me dolĂan mientras buscaban a alguien, cualquiera, a quien anclarme.
Foster
El Ășnico pilar que habĂa conocido.
EntrelacĂ© mis dedos cĂĄlidos con los suyos frĂos, levantando su mano sin vida hacia mi pecho. PresionĂ© su palma contra mi corazĂłn como si la fuerza inestable fuera suficiente para hacer que latiera de nuevo.
Su brazo permaneciĂł inerte en mi agarre, sus venas prominentes y azules a medida que se acercaban a la superficie de su piel sombrĂamente pintada. La sangre fluĂa de ambas fosas nasales, sobre la curva de sus labios y bajaba por la pendiente de su barbilla. El verde de sus ojos se habĂa desvanecido junto con su alma, y mirĂ© fijamente en su oscuridad desconocida, mi conciencia les gritaba que se iluminaran de nuevo.
Cada una de sus piernas estaba torcida, doblada en ĂĄngulos antinaturales, y poseĂ este repentino y doloroso impulso de enderezarlas, de volver a armarlo. Su mano derecha estaba congelada en un puño apretado a su costado, ahogĂĄndose en las ondas de su propia sangre. El cabello que alguna vez fue rubio ahora estaba teñido de rojo con lo Ășltimo de la sangre que fluĂa de Ă©l.
El sudor corrĂa por mi cuello tan rĂĄpido como las lĂĄgrimas manchaban mis mejillas, y sentĂ que mi corazĂłn saltaba en mi pecho cuando colapsĂ© contra su cuerpo y tomĂ© su sangre en mis palmas. Mis movimientos eran frenĂ©ticos, y el aliento saliĂł de mi pecho en exhalaciones desiguales mientras trataba desesperadamente de empujar su sangre hacia la herida que atravesaba su cabeza.
Tic. Tac.
Tic. Tac.
Tic. Tac.
3
Me dejĂł.
Alec Sanborne me abandonĂł cuando no era mĂĄs que un adolescente asustado. Me abandonĂł en una casa con un monstruo. Ahora, se pasea por la Universidad de Nueva York como profesor, fingiendo que es normal.
Pero mi hermanastro estĂĄ lejos de ser normal. Conozco todos sus pequeños y sucios secretos, los que trata de ocultar tan cuidadosamente. Planeo exponerlo, despojarlo de todo lo que ama hasta que no tenga nada mĂĄs que a mĂ.
Una mirada y puedo ver el amor y el deseo en sus ojos. Dice que no quiere tener nada que ver conmigo, que no puedo estar en su clase. Pero, ¿cĂłmo podrĂa abandonar al hombre con el que he fantaseado todos estos años?
Alec Sanborne es mĂo. Mi sangriento San Valentin.
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