La fornicación es un pecado.
Como se lee, debemos huir de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que una persona comete está fuera del cuerpo, pero la persona sexualmente inmoral peca contra su propio cuerpo.
Nos enseñan que estos pensamientos, estas acciones, son inmorales. Pero ese lado oscuro que vive dentro de todos nosotros, la verdadera naturaleza del hombre, nos impulsa a buscar la necesidad que arde dentro, exigiendo ser liberada. En lo más profundo de nuestros huesos yace esa necesidad intrínseca, desesperada por escapar. Un comportamiento innato, aparentemente fuera de nuestro control.
Uno que grita por pecados que nos dicen que nos condenan.
Aero es la garganta desde la que grito.
Las partes oscuras de mí misma que quiero ocultar a este mundo son todo lo que él ve cuando me mira bajo otra máscara.
Él es el demonio que me ahoga en mis propios deseos subyacentes.
Puede que nunca pare. No hasta que sucumba a mis verdades, o muera bajo el peso de sus implacables garras.
Porque según él, la vida que he estado viviendo es un infierno mucho peor que la muerte.
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