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Las chicas buenas van al infierno.
Durante los Ășltimos doce años, he pasado la vĂspera de Todos los Santos cazando al Diablo en una pista de baile suspendida sobre el abismo del infierno.
Los que somos considerados santos nos vestimos con nuestras mejores galas fĂșnebres y somos transportados a manos de pecadores disfrazados de diablos.
Somos su Ășnica esperanza de absoluciĂłn.
Un beso puede sellar dos destinos, porque los labios de un santo salvarĂĄn al pecador.
Pero el Diablo acecha entre los bailarines, y su beso condenarĂĄ hasta al mĂĄs inocente.
Este año, planeo hacerlo mĂo.
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