El predicador de la ciudad viene a mi ventana todas las noches. No es su culpa que se haya visto obligado a verme a través del cristal, soy perversa por dentro y por fuera. Mi madre me lo dijo.
Hay una terrible fiebre dentro de mĂ. Se construye y construye, empeorando cada vez que el predicador llega a la noche para verme. SĂłlo Ă©l puede hacerme mejor. Entonces, si soy tan tentadora como dice mi madre, es hora de descubrir si tiene razĂłn.
Mi bautismo es la semana que viene. El predicador me tocarĂĄ por primera vez. Si tengo mi oportunidad, no serĂĄ la Ășltima.
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