The Way We Touch
El mejor amigo de mi hermano podrĂa ser un receptor engreĂdo con un ego del tamaño de Texas, pero no fue mi intenciĂłn casi matarlo con un chile fantasma. Lo hizo Ă©l solo.
Logan Murphy deberĂa venir con una advertencia.
EstĂĄ tan caliente como un pimiento Carolina Reaper sobre asfalto negro a mediados de julio.
Con cabello oscuro perfectamente desordenado y ardientes ojos azules, y ni siquiera me hagas hablar de la forma en que esa camiseta negra se extiende sobre su tonificado pecho...
Es el mejor amigo de mi hermano.
TambiĂ©n es una estrella del fĂștbol americano en camino de ser el primer receptor abierto en la historia de la liga en ganar el premio a Jugador MĂĄs Valioso.
Menos mal que sĂłlo salgo con golfistas… o lo hacĂa.
Lo bueno es que solo estarĂĄ de visita por un mes, porque cuanto mĂĄs veo que no es un jugador, mĂĄs difĂcil es impedir que se escape con mi corazĂłn.
Siempre me ha gustado el fĂștbol, pero despuĂ©s de ocho años como profesional, todo lo relacionado con Ă©l me deja frĂo.
AsĂ que cuando acepto ir al sur con mi mejor amigo, lo Ășltimo que espero es que su hermana menor, amante de los chiles, me derrita la cara.
Se suponĂa que Dylan Bradford era una niña, no una modelo peleona que me mira como si nunca antes hubiera visto a un hombre.
Ella es toda curvas y jeans cortados, pies descalzos bailando en la cĂĄlida noche de verano,
Pero sĂłlo estoy en el pueblo por un mes y ella no sale con jugadores de fĂștbol americano.
Luego, las conversaciones nocturnas se convierten en compartir heridas pasadas y sueños futuros, y las miradas tĂmidas se convierten en besos confiados.
El calor entre nosotros no se puede negar.
Es picante y dulce, y nos derrite.
Hasta que la forma en que nos tocamos se vuelve mĂĄs que amigable: es para siempre.
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