Lucy nunca quiso que su jefe leyera la carta en la que confesaba sus sentimientos. LĂĄstima que la perdiera en su oficina.
El dĂa empezĂł como todos los demĂĄs: conmigo aplastada bajo el peso de las expectativas de mi malvado jefe y la inevitable decepciĂłn.
Y entonces ocurriĂł algo malo.
Es peor que la vez que derramé café caliente en el regazo del Sr. Devlin. Es incluso peor que la mañana en la que guardé accidentalmente una lista de reproducción de canciones de entrenamiento pop sobre un esquema del edificio justo antes de una gran reunión.
PerdĂ una carta de amor en algĂșn lugar de la oficina.
La cosa es que ni siquiera es una carta de amor real. Llamémosla una forma terapéutica de correo de odio que se fue por un camino de conejo retorcido y terminó sonando como una carta de amor.
Estaba dirigida a mi jefe.
Y creo que podrĂa haberla encontrado
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