Antes de conocer a Donovan Decker, ya sabĂa su talla de zapatos.
VerĂĄs, me habĂa ido de viaje por unos dĂas, y en mi prisa por salir del aeropuerto, habĂa agarrado la maleta equivocada.
DespuĂ©s de comprobar el costoso calzado y la ropa a medida, marquĂ© el nĂșmero que figuraba en la etiqueta del equipaje con la esperanza de que tal vez el señor Gran Gastador tuviera mi maleta.
Una voz profunda y aterciopelada contestĂł y, por suerte, tambiĂ©n tenĂa mi maleta.
Donovan y yo quedamos en una cafeterĂa para hacer el intercambio.
ResultĂł que no solo su voz era sexy. El hombre que sostenĂa mi equipaje era absolutamente guapo, y tuvimos una chispa inmediata.
ConsiguiĂł que admitiera que habĂa husmeado en su maleta y me convenciĂł de que le compensara dejĂĄndole invitarme a un cafĂ©.
El café llevó a la cena, la cena llevó al postre, y el postre llevó a pasar todo un fin de semana juntos.
Donovan no solo era guapo y con una voz de infarto. También era divertido, inteligente y sorprendentemente con los pies en la tierra para un hombre que llevaba zapatos de setecientos dólares.
¿MencionĂ© que tambiĂ©n lavĂł mi ropa mientras yo dormĂa?
Demasiado bueno para ser verdad.
¿QuĂ© hice para devolverle su amabilidad?
Esperé hasta que estuviera en la ducha, y luego lo hice desaparecer.
Mi vida era demasiado complicada para un tipo tan bueno.
En los meses que pasaron, pensé en Donovan a menudo.
Pero en Nueva York habĂa ocho millones de personas, asĂ que ¿quĂ© posibilidades habĂa de que me lo encontrara?
AdemĂĄs, ¿quĂ© posibilidades habĂa de encontrarme con Ă©l un año despuĂ©s... Cuando empezaba a salir con su jefe?
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