Abby.
Me estoy enamorando del padre del bebĂ© que llevo en mi vientre. El problema es que no es mi bebĂ©. Y el viudo melancĂłlico no estĂĄ buscando una pareja a largo plazo. Como madre sustituta, el acuerdo era que solo estarĂa en Inglaterra el tiempo suficiente para dar a luz. Al principio, el hombre me parecĂa tan pretencioso como su nombre: Sigmund Benedictus. Ăl y yo chocĂĄbamos constantemente. Sig cuestionaba mis intenciones, me acusaba de hacer esto solo por el dinero. Gradualmente, aprendiĂł a confiar en mĂ. Incluso se volviĂł protector. Con el tiempo, nuestra animosidad se convirtiĂł en una quĂmica ardiente. Me estaba enamorando de Ă©l. Pero mi tiempo aquĂ tenĂa un lĂmite. Necesitaba proteger mi corazĂłn del devastadoramente apuesto hombre mayor que acabarĂa rompiĂ©ndolo.
Sig.
Cuando mis suegros me dijeron que querĂan usar los Ăłvulos de mi difunta esposa para concebir un nieto, no estuve de acuerdo de inmediato. Juraron que en su lecho de muerte Britney les dijo que eso era lo que querĂa, pero solo si yo era el padre del bebĂ©. Sus padres insistieron en que ellos serĂan los que lo criarĂan. Contra mi mejor juicio, aceptĂ©. Me prometĂ mantener mi corazĂłn fuera de esto. ContinuarĂa fingiendo que no estaba ocurriendo y vivirĂa la vida vacĂa y solitaria a la que me habĂa acostumbrado en los Ășltimos cinco años desde la muerte de Britney. Y a pesar de que una cierta joven americana llamada Abby Knickerbocker habĂa despertado cosas dentro de mĂ que pensaba estaban muertas hace mucho tiempo... definitivamente no me enamorarĂa del vientre de alquiler.
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