Kennedy
HabĂa caĂdo en el momento en que vi a Roman.
Arrogante e inteligente, guapo e independiente, era alguien que nunca me hubiera enseñado la hora del dĂa. Nunca se habrĂa fijado en mĂ. Pero cuando mi padre se casĂł con su tĂa, cuando nos convertimos en familia, todo eso cambiĂł.
La forma en que me mirĂł y los pequeños toques, me dijeron que tal vez me querĂa de la misma manera que yo lo hice con Ă©l. ¿O tal vez fueron mis sentimientos los que nublaron la realidad, lo que me hizo ver lo que querĂa?
Tal vez algĂșn dĂa tendrĂa el descaro de admitir que estaba enamorada de Ă©l. O tal vez tenĂa demasiado miedo de pronunciar esas palabras.
Roman
Todo lo que hacĂa falta era mirarla para detener mi corazĂłn, una sonrisa para que me enamorara.
Todo lo contrario, era tĂmida y reservada, con su nariz en un libro y una sonrisa que podĂa iluminar una habitaciĂłn. Kennedy era todo lo que querĂa, y todas las cosas que no podĂa tener.
Familia por matrimonio.
Esas tres palabras significaban mucho, podĂan arruinarlo todo. Si mis verdaderos sentimientos salĂan a la luz, sabĂa que nuestras vidas cambiarĂan para siempre, y tal vez no para mejor.
Fue por ese miedo, por lo mal que se verĂa amar a Kennedy, que mantuve mi boca cerrada sobre cĂłmo me habĂa sentido todo este tiempo.
Pero sĂłlo vivimos una vez, y cada dĂa era mĂĄs difĂcil aceptar que ella no era mĂa.
Eso estaba a punto de cambiar. Estaba a punto de cambiarlo todo.
No tenerla en mi vida de la manera que imaginé -fantaseaba- ya no era algo con lo que iba a vivir.
Al diablo con lo que diga la gente. Finalmente iba a decirle a Kennedy que la amaba, que ella siempre habĂa sido mĂa.
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