Se supone que deberĂa estar jugando al rugby, no a mĂ.
No creĂa que fuera posible odiar a alguien. Como despreciar por completo a otro ser humano. Luego me contrataron para cuidar a la nueva estrella de los Royals y descubrĂ lo equivocado que estaba.
Mi trabajo deberĂa haber sido fĂĄcil. Mantener al pez gordo a tiempo y fuera de problemas. Pero eso es difĂcil cuando sueño con asfixiarlo con su camiseta.
Cada dĂa me da una nueva razĂłn para detestar a Gray Adler. Su camioneta es del tamaño de una ballena y usa la bocina como un arma. Y no, eso no es un eufemismo. No puede decir una frase sin ser grosero. Y el universo, en su broma mĂĄs cruel, le dio a esa bandera roja tatuada y andante el cuerpo de un dios griego.
Justo cuando finalmente me acostumbro a odiarlo, las cosas dan un giro.
Un giro abrasador, alucinante, de «no puedo hacer esto con un hombre con el que trabajo».
De repente, esas manos ĂĄsperas me hacen arder la piel. Sus sonrisas pecaminosas se transforman en sonrisas solo para mĂ. Y nuestras bromas se transforman en algo mucho mĂĄs profundo de lo que deberĂan.
Pero Gray Adler esconde algo. Y cuando esos secretos chocan con mi vulnerable corazĂłn, me hago una pregunta importante. ¿Por fin me estĂĄ diciendo la verdad o todavĂa me estĂĄ engañando?
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